jueves, mayo 10, 2007

Perdone, hay una cosa en usted que me molesta

Os voy a explicar una horrible anécdota que hoy mismo me ha sucedido y que aunque sea difícil de creer, es totalmente verídica. Yo diría que ha sido la media hora de mayor suplicio que he tenido que aguantar en toda mi vida.

Hoy, como tenía algo de tiempo y alguna monedilla suelta divagando por mi bolsillo aterciopelado, he decidido cortarme el pelo, para así dar más buena impresión y poder tirarme a cualquier titi que se cruzase por mi camino. Al entrar en la peluquería, mi vista se ha visto imantada por una morenaza de aspecto latino que quitaba el hipo. Una repentina erección ha hecho acto de presencia en la sala, perturvando el aire de tono conservador que se emanaba por el aparato de aire acondicionado. Pero aún así, no sé si por las influencias del teatro o por la fuerza que hacía con el vientre, he podido disimular un poco la tiesura. Total, dicha morenaza me acompañó hacia el lavado de pelo (una de las cosas que más me gustan en el mundo). Sus dedos empezaron a masajearme con una delicadeza pasmosa, esparciendo el champú como si fueran cartas de póquer sobre la mesa. Estaba siendo el mejor momento del día. Al acabar de secarme, me acompañó con una elegancia y un movimiento de culo absorventes. Me sentó, y empezó a cortarme el pelo con profesionalidad y rapidez, después de que yo le diera las instrucciones pertinentes. En mi cabeza no paraba de pensar en su culo y esos cantis que bailaban al son del corte. Me entraban ganas de decirle, "perdona bonita, dejémonos de pelos y comame el rabo. Sin faltar al respeto, claro." Pero no, mis pautas de comportamiento son aún demasiado comedidas. La cosa iba bien, hasta que empezó a cortarme el flequillo. A partir de allí, ese bombón empezó a convertirse en chocolate amargo. En el momento que pasó la mano por mi cara, una aroma a mierda embistió mi nariz. No podía ser, sus manos olían a excremento. Era realmente repugnante. No sabía qué decir, no sabía qué hacer. Era muy difícil mantener la compostura. Mi erección pasó al nivel menos 3. No sé qué se había tocado esa señora antes de cortarme el pelo, pero os aseguro que no había pasado la prueba del algodón. Parecía como si se hubiese estado rascando su precioso ojete toda la mañana hasta que mi entrada le cambiara los planes. Pero mi angustia creció cuando me percaté de que aún faltaba toda la parte de atrás. Y aunque sus manos ya no estarían moviéndose por mi cara, ese olor ya me había jodido la pituitaria. Joder, que asco. Moraleja: por muy buenas que estén, cagan mierda como todos. Por lo menos el corte de pelo no me ha quedado del todo mal. Eso sí, cuando llegué a mi casa, me lo he lavado tres veces.

Os juro que todo lo contado es verdad.


2 comentarios:

HeNkY dijo...

jajajajjajjjajjjajjjajjja

joder tio, aquestes coses només et passen a tu xDD

A sobre, quan et tallen el cabell no et pots moure massa, i quan tenies les mans a la cara deuria ser un patiment brutal xDD

iron-fix dijo...

XDDDDDDDDD