lunes, abril 30, 2007

Reflexiones post-Viña

No os haré un resumen de cómo fue el Viña-Rock, ni tampoco daré rienda suelta a jolgorios relacionados con el tiempo, ni con los apagones, ni con el fango, ni con los robos y pérdidas (usuales en este festival en concreto: 4 de 4). Solamente quiero remarcar que a medida que te vas haciendo mayor, no sólo te quedas con la fiesta ni las juergas resacosas de sexo, drogas y rock 'n' roll, sino que vas dando muchísima más importancia al solo hecho de pasar el tiempo con la gente que más te importa, con esa clase de gente a la que darías todo, y que, ya sé que soy pesado recordándolo, es lo único que realmente me dan ganas de seguir caminando.

Hoy lunes 30 de abril, con una resaca de espanto y con los huevos más congestionados de la península, escribo mi propio encomio de mi próspero pero arriesgado devenir. Hay muchas cosas en mi cabeza que están a flor de piel, muchos cambios que de no salir bien, podrían tambalear peligrosamente mi estabilidad emocional, pero necesito poner fin a esta clase de vida tan estable y acolchada en la que reposo.

De sobras sabéis mis intenciones futuras (con el séptimo arte en el corazón), y de sobras sabéis mi pasión por viajar. Es por eso que ahora mismo, des del día de hoy, suena el pistoletazo de salida a un período de tiempo de sacrificio y duro trabajo. A partir del mes que viene empezaré a trabajar en tres sitios distintos. El primero (porque no hay más remedio) es el de mi padre, el segundo en un bar café (4 días a la semana), y el tercero en el teatro. ¿Y todo esto porqué? Pues para romper la única barrera que ahora mismo separa lo utópico de lo tangible.

¿Y qué pasará después? Pues bien, el después ya empieza a tomar forma. Pero con un pequeño cambio de planes. Mi intención era marcharme el mes de agosto con uno de mis mejores amigos en algún lugar perdido de Asia, pero la falta de tiempo y dinero truncaron mi sueño, y nació una nostalgia de la que todavía me estoy recuperando. Pero hoy, hablando con mi padre por teléfono, y os sorprenderéis si os digo que el tono de dicha conversación era de lo más amigable, y me ha dado dos meses de tregua con la empresa (sin cobrar, claro) para que yo pueda hacer el viaje que tanto he querido y así encontrar el interruptor que dé luz a mi vida (diós mio que cursilada). Así que en septiembre me voy a Vietnam, dos meses, sólo con mi cámara y mis ideales, con mi libreta y mis esperanzas de verlo todo, desde todo punto de vista posible.

Y llegado a ese punto, desde una montaña de ensueño, con el verde cálido de los árboles y el ensordecedor silencio que entumece la más corrupta alma, la única cosa en la que podré pensar, la única cosa que me hará estar con los pies en el suelo seréis vosotros y esos momentos que hemos pasado juntos y que aún faltan por llegar.

Gracias a todos, y os deseo una vida de lo menos monótona posible.

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